miércoles, 15 de diciembre de 2010

LA MÁSCARA O MÁS CARA POLÍTICA

15.12.2010
Desde hace años juntamente con la modernidad la política se ha ido disfrazando con apariencias, más que con méritos.

Los candidatos a cargos públicos, no son valorados por lo que saben, ni por sus aptitudes, ni por sus capacidades.

Ante un electorado bien dominado por los medios de comunicación y el consumismo, lo que se procura vender es una imagen, como quien vende a través de una publicidad, un producto cualquiera.

Entonces vemos aparecer en pautas publicitarias o programas políticos a estos personajes montando una escena como si fuesen actores. Es tan burda y acartonada la imagen, y sus discursos son tan absolutamente medidos, estructurados y repetitivos, que por lo general más que conquistar al pensante, lo que generan es rechazo.

Pero increíblemente ante una sociedad dominada por el “no tengo ganas de pensar en política y el no se metan”, este patético disfraz viene dando un excelente resultado.

Así fue como De La Rúa llegó a ser presidente en 1999, vendiendo una imagen de tipo fuerte, serio, incorruptible, sin excentricidades, y un hombre de valor y palabra.

En la práctica del cargo, recordamos el caso de corrupción, llamado Banelco, donde se entregaron gran parte de los derechos laborales de los trabajadores. En sus pocas apariciones públicas mostraba la fragilidad intelectual y física. Ante presiones externas terminó hipotecándonos el futuro cuando se arrodilló frente al megacanje de la deuda externa y finalmente terminó huyendo en helicóptero, dejando acéfalo al país.

Por estos tiempos, personajes como Macri y De Narváez, son profundamente marketineros, e increíblemente la sociedad compra ese producto.

A De Narváez lo podemos ver esporádicamente caminando calles barriales, seguido por una cámara de tv, vestido con un pantalón oscuro, y una camisa clara, rodeado de algunos chicos a los cuales, sin duda alguna, se agacha para besar, y algunos vecinos contando los clásicos problemas irresueltos, que él promete solucionar.

Si la presentación es en un programa en horario central, el traje oscuro y la camisa clara son inmaculados y lo que nunca le falta es el detalle de la escarapela o moño argentino, en la solapa del saco. La sonrisa es leve si el tono de la conversación es relajado y si se puede y la situación lo amerita la exagera con una carcajada echándose hacia atrás, en su silla.


Cuando el tema pinta serio, la fisonomía toma un gesto de preocupación y automáticamente frunce el seño. En 2009 ganó una elección provincial a diputado, prometiendo solucionar el problema de la inseguridad con un plan propio.

En la práctica ya era diputado con lo cual no necesitaba ser reelecto para llevar acabo ese plan, hoy a casi 2 años de aquello, y a pesar de tener mayoría en la Cámara de Diputados, nunca presentó ese supuesto plan que derrotaría mágicamente la inseguridad.

Demás está decir que en ambos períodos legislativos, su participación es menos que ínfima. Por “estos méritos” es el gran candidato a gobernador de Bs. As. en 2011.

A Macri por su lado el amarillo furioso del Pro le sienta bien, es llamativo, se ve de lejos y ya se instaló. Llego a la política de la mano del fútbol y sus negociados en Boca, los mágicos resultados obtenidos por el meritorio Carlos Bianchi, le dejaron una gran puerta abierta para ingresar de lleno en la política, lo que nunca se mostró, es como se cerraban los balances en el club.


Para que el mismo diera un resultado positivo, en las cuentas del haber se ponía como saldo positivo, el valor fiscal del estadio de fútbol.
Habilidad seguramente adquirida, de la mano del padre empresario, para lograr evadir impuestos fraguando o buscando vericuetos legales en los resultados de los balances.

Su infaltable camisa celeste resalta sus ojos al tono. En el spot publicitario no deja de golpear puertas de casas de vecinos que las abren con placer y toma mate con doña Rosa en la puerta de un comedor infantil o hace naricitas con una nena de 4 años que ríe a carcajadas junto a él.


Casualidad o no cada vez que llega a su puesto de trabajo en bicicleta siempre hay una cámara que lo muestra cuidando el medioambiente al ex gerente de la vieja Sevel Argentina S.A. Los gestos de su cara y acciones corporales, copian el modelo de De Narváez.

Sus asesores de imagen le dicen “sin bigote das mejor” y le piden que diga “lo que su selecto electorado quiere oír”. El eslogan de campaña debería ser… “Vamos a decir lo que quieren escuchar, aunque me tenga que afeitar”

Luego de 3 años de gestión, no cumplió ni el 10% de lo que prometió en campaña y no deja de buscar enemigos y culpables, para encubrir su propia ineficiencia. Aquel Amarillo fuerte del Pro hoy se ha convertido en un pálido color, ya casi transparente.

Es así como estos candidatos huecos enmascaran su falta de seriedad política, invirtiendo más dinero en imagen, que en políticas públicas.

En cualquier momento el marketing logrará revertir esta frase…
“Mejor que decir es hacer” por
“Mejor que hacer es decir“

Rubén Afonso Boaventura




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Participá dejando tu opinión...