07.02.2011
Cerro Campanario, Bariloche, Río Negro
En un espectacular día soleado, para salir a pasear, recorrimos el camino de Circuito Chico, apenas arrancamos en caravana, nos detenemos en el Cerro Campanario.
Previo trastorno para ubicar lugar en el estacionamiento, ascendemos en aerosillas hasta la cumbre.
En la sima te recibe el clásico fotógrafo que te escracha en una super foto que no podés dejar de comprar. Apenas nos acercamos al punto más alto, notamos que de cada 10 personas, 8 eran turistas extranjeros, la vista desde la terraza y bajo ese sol era alucinante.
La panorámica nos mostraba una especie de super delta de tierras verdes y aguas azules, coronado en sus bordes con una imponente cadena de montañas que cada tanto se dejaban dibujar una fugaz capa de nieve en sus cumbres.
Pues si alguien tenía dudas de que Dios es argentino, desde este lugar podemos dar pruebas de que es así, pues el famoso paraíso que todos imaginamos está en ese lugar.
Rodeados de los cuatro elementos, agua, tierra, fuego y madera, (lagos, islas, sol y árboles), no cabe dudas, que es el sitio más propicio para la creación…
Un viento interesante producto de la altura nos hacía reír en cada foto, pues los que tienen la fortuna de tener cabello, realmente no lo podían controlar.
Luego de agradecerle eternamente, al inventor de las cámaras digitales, ya que el viejo sistema nos podría llevar a la quiebra, a la hora de revelar la inmensa cantidad de fotografías sacadas, descendimos al pub vidriado.
Unas terribles porciones de torta que con solo mirarlas ya te provocan diabetes, me estaban esperando. Todos pidieron algo caliente para beber, el gordo eligió una Coca Light para empujar una porción de torta que medía unos 10 cm de alto, rellena con crema, dulce de leche y baño de chocolate…
Desde la punta de la mesa, mi panorámica a través de los vidrios era impecable, de la nada aparece revoloteando lo que parecía ser un águila, salgo nuevamente a la terraza para filmarla y lo logré.
Fotos, fotos y más fotos hasta descender…
Cuesta abajo sentados en la aerosilla, la gigantografía celestial se iba achicando en cámara lenta, hasta desaparecer…
Rubén Afonso Boaventura
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