lunes, 14 de febrero de 2011

RINCONES DE PATRIA 14

14.02.2011
Lago Epuyen, Chubut


Dejamos atrás, El Bolsón, pasando por alto al Lago Puelo, y nos fuimos en busca del Lago Epuyen, unos 20km más abajo por la ruta 40, al llegar al cartel, salimos a la derecha para hacer unos 12km de ripio hasta el destino.


Había sol, pero la altura de los árboles que rodeaban al lago, generaban una gran sombra donde quedaron estacionados los autos.
Montamos el campamento con reposeras y lonas junto al lago sobre su lecho de piedras.


Impactaba la transparencia, lo incoloro y la quietud de sus aguas, la imagen que enmarcaba el lago, nos hacía sentir que estábamos frente a una escenografía artificial.
Alguien arroja una piedra al lago y esta hace unos “6,7 u 8” patitos… el agua paralizada colaboraba con la causa, parecía fácil, pero no lo era… en mis varios intentos, solo llegué a 4 patitos consecutivos y “en fila” cua, cua…


Su cristalinidad era tan perfecta que se hacía irresistible meterse, a pesar de saber que era fría, me puse las ojotas en los pies para evitar las formas de las piedras del suelo, maya playera, mucho coraje, decisión y al agua…


En 30 segundos comprendí, porque la gente del Titánic, no resistió mucho tiempo con vida, en las frías aguas del Atlántico, a pesar de tener salva vidas.
Por primera vez en mi vida sentí que me hacían una operación, sin anestesia.


Rápidamente comencé a sentir que cientos de agujas se me clavaban en las piernas bajo el agua. Se podía tolerar la sensación, pero no creo que se pueda soportar por mucho tiempo… Una zambullida más y afuera…
Tras secarme y contar la experiencia al resto del grupo, otros desconocidos comenzaron a animarse, pero también, poco tiempo resistían sin salir.


Un hombre, en una embarcación a vela cruza lentamente el lago, otro en una balsa improvisada con troncos se anima a flotar y remar con lo que encontró a mano, un palo largo con 1 botella de gaseosa descartable en cada extremo del mismo. El ingenio argentino, no descansa ni en vacaciones. Otro joven utiliza la clásica cámara de auto inflada y se lanza a la aventura.


Mientras charlábamos y las nenas jugaban, algo extraño “para nosotros” sucedió. En medio de tan inmensa quietud, se levantó un viento muy fuerte, que nos sorprendió, parecía que el clima había cambiado abruptamente, pero el cielo estaba igual, apenas 1 minuto después, el viento dejó de soplar y todo quedó como estaba. Nos miramos y a modo de chiste interpretamos que había sido alguna especie de mensaje celestial…


Comienza a oscurecer y debemos retornar, nuestro último día en Bariloche nos espera…


Rubén Afonso Boaventura

































































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